24 feb 2014

Mañana, Hoy y Ayer


Aquí estamos en el año 2042 sin  la certeza de saber ¿cuál es nuestro origen?, sin  comprender como llegamos a esto, sin saber de dónde venimos,  y sin entender  dónde estamos en realidad. Tenemos una fuerza de dependencia, tanto política como económica e incluso social, con Estados Unidos de América cada vez menor, los flujos migratorios terminaron de hacer lo propio, y Estados Unidos sufrió la peor invasión silenciosa de la historia y nosotros los escases de mano de obra y abandono de ciudades.  

Pero que estas ideas no se confundan con pesimismo, tenemos que dejar bien clara ese delgada línea entre lo real y lo pesimista; pero ¿qué acaso todo esto no lo sabíamos ya?
El panorama parece el mismo desde hace ya más de 200 años en nuestra Estado, parece un panorama desoladamente uniforme para la mayoría, pero también, está el lado positivo, ese lado de la moneda que cuesta trabajo ver; en México por ejemplo respecto a los últimos 30 años se ha aumentado la matricula para ingreso a la Licenciatura en un 15%, también el nivel promedio de estudio de los mexicanos paso de ser de tercero de primaria a él de 2do de secundaria.

Antes se creía imposible hacer una “Unión Latinoamericana”, y si bien no se ha dado de forma concreta política y económicamente hablando, si se ha dado de forma cultura, social y hasta artística; esta unión se creó gracias a que México retomo las riendas de su destino y decidió volver la vista hacia América Latina y volver a ser ese grande de la Diplomacia. 
Todo esto parecería llegar al punto de irreal hace algunos años, donde se creía que el voto era la única forma de expresión política que estaba a nuestro alcance, pero hace 30 años, en el 2014, se empezó a creer, los universitarios se empezaron a creer verdaderos universitarios, los diplomáticos los grandes cabildeadores, los militares grandes estrategas, cada quien empezó a asumir su verdadera responsabilidad y eso significo un cambio.  
Grandes acontecimientos que cabe recordar, la elección de Vicente Fox Quesada como presidente de México en el año 2000, marco la ruptura entre partido políticos y de Estado; fue decepcionante para muchos la actuación por dos sexenios seguidos del PAN, donde se podría creer que no existió ningún cambio significativo y donde la violencia por todo el país acrecentó de forma desmedida y descontrolada, se escribieron decenas de libros con el eje de la “fallida lucha contra el narcotráfico”.

Con el presidente Zedillo fue el sexenio del “Ni bien ni mal” él se dedicó a  amortiguar los impactos del TLCAN, las matanzas y los movimientos zapatistas. 
Con Salinas de Gortari se vivió la primera gran  bocanada de realidad que sorprendió a muchos con una de las peores devaluaciones de la historia de México, donde se perdió la fe y el poder adquisitivo.

Pasamos por la época obscura de México, en palabras de Sergio Meyer,  atravesando por Miguel de la Madrid, López Portillo, Luis Echeverría hasta llegar a Gustavo Díaz Ordaz, donde se vivió a ese PRI aplastante y humillante, donde al mínimo incendio de luz se reprimía, y en esa lucha por un cambio interno, se llevaron entre sus fauces a nuestros estudiantes en ese  2 de Octubre de 1968 ahí la visión de cambio fue reprimida, estamos en una época donde la única forma en que tenían contacto con su presidente era el 16 de Septiembre durante el gripo de independencia.

Era un PRI forjado como el típico macho mexicano de la época de la revolución, donde el pueblo parecía la mujer abnegada y olvidada por meses con sus hijos, pero que perfectamente se podía a haber puesto a trabajar, una mujer amordazada pero con sus propias manos, con ganas de explotar, pero sin ganas de crecer, quería vivir un cambio, pero que solo se quedaba en las ganas y no  pasaba al actuar.
 Y pensar que con la llegada de Lázaro Cárdenas y la expropiación del petróleo, se hacía sentir que México de verdad era de nosotros.

En este territorio donde se vivió un cambio del caudillismo a la institucionalización, una transición donde se forjo el monstruoso PNR que dio cabida a el PRI un partido formado con las esperanzas, los ideales y la sangre derramada durante la revolución.

Una revolución que fue inspiradora y desolada a la vez, donde el hambre y la sed de cambio llevaron al pueblo a luchar, o al menos eso nos enseñaron en la primaria;  una vez más se confirma que por más lucha que exista e ideales, esos son ideales no informados, donde el gobierno los dejo hacer su revolución pero mientras exista esa ignorancia anestesiante  era muy difícil lograr un gobierno ideal y justo, diferente  al del Porfiriato donde la base de todo era la moral y las matanzas, las ansias de un México moderno  y el fanatismo, el mexicanismo y el afrancesamiento, del hambre y la construcción de Bellas Artes, de noches desoladas y el primer alumbrado público, de claros y oscuros, del soy mexicano pero me da pena, de la doble moral, de un México Bárbaro.

Un periodo donde existía prosperidad con la construcción de 20 mil kilómetros de vías férreas, la prosperidad de los hermanos Lumier, la fotografía y de anhelar lo que no era de nosotros.

Dejando entrever la muy arraigada mentalidad criolla de mediado de siglo XIX  donde el “caos, desmadre y a correr” era el pan de cada día en México, ahí se consideraba que el indio era un obstáculo para el desarrollo de la nación, definiendo al mestizo como el corazón de la identidad de ese ser Mexicano, donde surgen mariachis, los borrachos, intelectuales y luchadores.

Todo nos lleva a recordar  la independencia de México una independencia que fue al final un pacto entre elites, donde la lucha y la sangre fue lo que menos importo,  lo que movía masas era la idea una nación propia, pero que las elites no veían más que la capitalización  del descontento de las clases humildes, para volcar toda la furia contra la corona española, esa madre patria que nos dejo huérfanos de una madre natural.

 Con un simple llamado a misa por parte del Cura Hidalgo se destapo la sed de venganza del pueblo, dirigida por la sed de poder de los criollos descontentos traído desde aquellas reformas borbónicas que no dejaban lugar en el poder para estos que no eran nada , pero tenían ganas de ser algo.

Todo nos lleva a esos años de conquista y nos remontan a un 12 de Octubre de 1492, donde nuestros hermanos originarios de estas tierras se enteraron que habían sido descubiertos, que habitaban en América, que ya no tenían derecho a un adorar a sus dioses, que ahora ya solo existía uno, que todo en lo que creían era mentira, que sus tierras ya no eran de ellos, que de ahora en adelante todo cambiaría, que ya se pertenecían a otros.
Difícil imaginar que vivían su mayor esplendor en todos los sentidos, que existía un respeto por lo ajeno, por la naturaleza, por los dioses, por lo tangible, por lo hermoso; donde había pirámides y sacrificios.

 A mi mente viene la  imagen de esos que serian los primeros habitan de la gran Tenochtitlán viendo maravillados la imagen de una águila devorando una serpiente, llegando ahí movidos por su sabiduría y sus creencias, recordándonos que descendemos de personas pensantes, únicas e irrepetibles, demostrándonos que entre el pasado y el futuro se asoma el presente de esta nación.