20 feb 2014

Dulzura y tragedia de la muerte en el romanticismo

"Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza! ¡Silencio, silencio!" Mariano José de Larra

Desde tiempos inmemoriales, el hombre siempre ha buscado comprender la naturaleza de la muerte. En ocasiones le ha temido, en otras tantas le ha mirado con el cristal de la esperanza o incluso el de la curiosidad. Para los románticos, la muerte es una de las aspiraciones más gloriosas que pueden existir, además de un pilar fundamental en su pensamiento. El hombre romántico bajo esta idea no teme a la muerte, al contrario, considera que es el estado que le hará terminar con el sufrimiento derivado de todos los sentimientos que le atormentan en vida, que le dará paz, que lo convertirá en un ser espiritual.
La muerte de Chatterton, Henry Wallis,
1856.
Ayer hablé un poco sobre la temática del amor. En ella mencioné que el amor se exacerbaba en diferentes aspectos. Bueno, en este caso se podría decir que en cierta forma la muerte se exacerbaba como una cualidad y no como un mal. El dramatismo y excentricidad de los románticos les llevó a situaciones que aún en nuestros días calificaríamos de exageradas, incluso grotescas.

Hablando un poco sobre literatura, el ejemplo romántico más destacable sobre la muerte es quizás la novela del alemán Johann Wolfgang Goethe "Las cuitas del joven Werther", publicada en los albores del Sturm und Drang (1774). La obra, que narra una serie de tragedias que llevan a Werther, protagonista de la historia, a sufrir tragedias, decepciones y desdichas hasta llegar al extremo del suicidio. Además de ser considerada una de las grandes obras de Goethe, junto con "Fausto", y de expresar a profundidad el sentimentalismo romántico, generó el efecto Werther por toda Europa, traducido en que la novela se pusiera de moda y también en una ola masiva de suicidios principalmente de jóvenes que se prolongó durante años.

Ilustración de "Las Cuitas del joven Werther"
El suicidio es una forma recurrente de morir en el siglo XIX. Para entonces, las armas de fuego comenzaban a ser más sofisticadas, lo que llevó a muchos a pegarse un tiro en la boca o en la sien; como el periodista y escritor español Mariano José de Larra (cita supra), quien se suicida de esta manera en 1837. Muy popular también se volvió el envenenamiento con productos como el arsénico o el cianuro; ejemplo es el poeta mexicano Manuel Acuña quien dejó en su celda el famoso olor a almendras amargas en 1873.

En el caso de los caballeros, el duelo también fue una manera popular (y digna) de morir en la época. Para llevarse a cabo existía una serie de reglas, respaldadas por el honor de los caballeros en disputa. El escritor ruso Alexander Pushkin pereció en uno de estos duelos. Los había desde duelos de esgrima hasta con pistolas especiales para duelo. En la Ciudad de México, los caballeros que se batían lo hacían en el Bosque de Chapultepec a primeras horas de la mañana. Como forma de saldar el honor (muchas veces familiar), el duelo fue una práctica socialmente aceptada.

Duelo de caballeros en Chapultepec filmado por los Lumière,
 1896.

Mencioné en mi artículo anterior de forma breve el tema de la tuberculosis, considerada la "enfermedad romántica". Sus síntomas iban ad hoc con la filosofía romántica, consumían el cuerpo y lo dotaban de pureza espiritual. Fue, de hecho una pandemia que mermó a la población decimonónica, y al carecer de una cura, llevó a millones de personas a la tumba. El poeta inglés John Keats será una víctima de esta enfermedad en 1821, así como el músico Fréderic Chopin en 1849. Algunas otras enfermedades recurrentes fueron el cólera, la peste, las fiebres y enfermedades venéreas como la sífilis. Gustavo Adolfo Bécquer muere en 1870 víctima de la sífilis y Lord Byron de las fiebres en 1824. La muerte por una enfermedad es un tema recurrente en el arte y la literatura romántica, sobre todo para las mujeres; "La Dama de las Camelias" de Dumas, "Atala" de Chateaubriand y la "Ofelia" de Millais son ejemplos conocidos. 

La muerte de Ofelia, John Everett Millais,
c.a.1852.
Así podríamos citar un sinnúmero de ejemplos relacionados con la muerte de románticos. Cabe resaltar que la mayoría de estos personajes, demasiado sensibles para continuar viviendo, no rebasaron los cuarenta años de edad. También, es notable la constante de que terminaron con su vida por mano propia, o la misma vida les trajo la muerte. No olvidemos que la muerte es una aspiración en el mundo romántico, es decir, se busca; lo que a diversos autores los ha llevado a pensar si el Romanticismo se trató de una corriente con tendencias depresivas. Este tema sigue generando polémica en la actualidad con los casos modernos de muertes y suicidios, que bien pueden calificarse de "románticos". Sin embargo, las personas que quisieran actuar de esta manera hoy en día serían cordialmente invitadas a visitar un psiquiatra.


Estefanía Arellano @fania_arellano
Para P.