Las
relaciones entre México y Estados Unidos; desde la independencia de la Nueva
España y las trece colonias, respectivamente, estableciendo los países que hoy
conocemos; han sido conflictivas por naturaleza.
Hasta
antes de la Segunda Guerra Mundial las relaciones entre ambos se caracterizaron
por la guerra, los reclamos y una infinidad de asuntos por resolver que
raramente se resolvían. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Estados
Unidos otorgó a México una situación especial por ser una pieza geográficamente
clave y de vital importancia para su seguridad. Esta tendencia en las
relaciones bilaterales, aunque disminuida por el término de la guerra, continuó
en cierta medida por el desarrollo de la Guerra Fría y las pretensiones de
Estados Unidos de mantener alejado al comunismo.
Para
1970 la política exterior mexicana dio un giro que afectó de manera inmediata
las relaciones con Estados Unidos; la búsqueda de una política exterior más
activa y una diplomacia multilateral conllevó a enfrentamientos, al menos
diplomáticos, con el vecino del norte. Lo que muchos analistas denominaron
provocaciones innecesarias (el acercamiento a Cuba o a la China Popular, la
posición de defensa hacia países del Tercer Mundo, la búsqueda del
establecimiento de un orden internacional más justo…) hicieron que Estados
Unidos pusiera fin a la relación especial, de por sí ya deteriorada para esta
época.
A
pesar de la política exterior activa, la vulnerabilidad de México se hizo latente
cuando Estados Unidos tomó medidas en cuanto al comercio o turismo. Sumido en
crisis económicas, México volvió al seno de las relaciones anteriores, su
política tradicional aislacionista. El auge petrolero dio un nuevo impulso de
confianza a México, quien creyéndose una potencia media comenzó a alzar la voz
de nuevo en foros internacionales, lo cual nuevamente causó fricciones a la
relación bilateral con Estados Unidos, casos como la defensa de Nicaragua o El
Salvador.
El
desplome de los precios del petróleo le hizo entender a México, de nuevo, que
no podía fiarse de sí mismo, ya en crisis, recurrió al mejoramiento de las
relaciones con Estados Unidos. Las relaciones bilaterales se enfocaban durante
estos periodos, y el posterior a cargo de Miguel de la Madrid, en temas
económicos y fronterizos, éstas se mantuvieron en buena forma; y un tema
predominante fue el de la deuda pública.
Fue
en el periodo de Miguel de la Madrid que el narcotráfico comenzó a abrirse paso
en la agenda bilateral, sin embargo, no era el predominante. Conflictos como el
suscitado por el asesinato de Enrique Camarena o las afirmaciones de corrupción
gubernamental realizadas por Estados Unidos en cuanto a este tema fueron
algunos de los asuntos a tratar.
Con
la inserción de México al modelo neoliberal, su ingreso al GATT; que el rumbo
de las relaciones entre México y Estados Unidos dio un giro radical, este,
marcaría la línea, principalmente económica, en las relaciones durante la
década de los ochentas y noventas, en los periodos a cargo de Carlos Salinas y
Ernesto Zedillo respectivamente.
La
caída de la Unión Soviética permitió mayor movilidad a la diplomacia mexicana,
la copartamentalización de temas, estrategia del gobierno de Salinas, permitió
aislar los problemas de narcotráfico, si bien en ese momento México sólo era
considerado como el paso de la droga y no el productor; y la migración, tratada
con frecuencia de forma unilateral por Estados Unidos; de lo económico,
logrando la firma del Tratado de Libre Comercio que profundizo las relaciones
entre ambos países de manera impresionante.
La
alineación con Estados Unidos después de la firma del TLCAN era obvia y las
relaciones se mantuvieron en buen estado, hubo por primera vez una
institucionalización oficial de las relaciones. El monopolio del Partido
Revolucionario Institucional para Estados Unidos garantizaba la estabilidad
política y económica del país; así permanecieron las relaciones hasta el año
2000.
El
avance a la democracia con el triunfo de Vicente Fox vino acompañada por altas
expectativas en cuanto a la relación con Estados Unidos. Con la Guerra Fría
terminada, el país vecino afirmó la prioridad que México tendría en sus
asuntos, el bono democrático y la afinidad entre el nuevo presidente y George
W. Bush presagiaban grandes promesas, especialmente en cuanto a materia
migratoria, tema en el que se estuvo a punto de firmar un acuerdo, la
diplomacia mexicana se tornó en sus relaciones con Estados Unidos, alineación
total que llevó incluso a roces diplomáticos con Cuba y otros países
latinoamericanos.
No
obstante, continuamente se presentan acontecimientos que dificultan el trato
con la gran potencia hegemónica; los atentados del 11 de septiembre terminaron
con la preferencia de Estados Unidos y México pasó a ocupar un papel secundario
en la agenda de política exterior. Las relaciones tan promisorias no avanzaron
en el rumbo debido, los temas continuaban siendo migración y narcotráfico, adaptados sin embargo a la línea de política
de seguridad internacional de Estados Unidos. México fue uno de los primeros en
ser requeridos para cooperar en la lucha contra el terrorismo.
La
alineación fue total, aunque en foros internacionales México desafió
constantemente las políticas empleadas por Estados Unidos, un claro ejemplo
ocurrió en el Consejo de Seguridad, mientras se debatía el asunto de la
invasión a Irak; sin embargo el mantenimiento de una política dual aseguró el
total alineamiento hacia Estados Unidos.
Con
la llegada de Felipe Calderón a la presidencia mexicana, en una elección
altamente cuestionada, la prioridad fue la estabilidad interna, por lo que se
descuidaron los asuntos exteriores; la relación con Estados Unidos pasó a
segundo plano. El narcotráfico se convirtió en el principal tema de la agenda,
ahora México visto no solo como paso, sino como productor y víctima de una
extrema violencia.
En
2009, la llegada de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos trajo
amplias expectativas de cambio en la política exterior de estadounidense hacia
México, sin embargo, esto no ocurrió. La crisis económica, los asuntos en Medio
Oriente entre otros hicieron de México un asunto secundario para Estados
Unidos. Las relaciones se mantuvieron cordiales y se establecieron programas
como Iniciativa Mérida para combatir el problema de narcotráfico. Narcotráfico
y migración destacaron como los ejes en la relación.
Al
colocar el tema del narcotráfico en la prioridad de la relación con Estados
Unidos, México quedó inserto a la doctrina de seguridad nacional estadounidense
y a la subordinación de la guerra contra el narcotráfico a la guerra global
contra el terrorismo. Estas tendencias fueron cuestionadas por el Presidente
actual de México, Enrique Peña Nieto, y al menos en discursos se aseguró se
buscaría el alejamiento de las mismas.
Sin
embargo, es muy pronto para determinar si ocurrirá un verdadero distanciamiento
en la alineación con Estados Unidos, o si se aplicará una política dual tan
ampliamente realizada por gobiernos anteriores. La historia nos ha demostrado
que un alejamiento de nuestro vecino del norte puede resultar catastrófico si
no se toman las medidas adecuadas, por el alto grado de dependencia económica.
Aunque
México como país no resulte de vital importancia para Estados Unidos, el
conjunto de temas en la agenda bilateral sí lo son (narcotráfico, migración y
comercio). Sin embargo, estos temas han sido abordados desde la óptica interna
y es cuando estos asuntos rebasan la capacidad interna de Estados Unidos que
México se torna en un actor relevante.
México
y Estados Unidos países cultural, histórica y económicamente distintos
comparten una frontera de más de tres mil kilómetros, sus vínculos van de lo
económico a lo cultural pasando por muchas otras áreas y resulta imposible
pretender que no existan conflictos. Esta relación singular, entre un país en
desarrollo y el país más poderoso del mundo resulta única en el mundo.
Denys Daniela Muñoz
Relaciones Internacionales FES - Aragón